Últimamente tengo la impresión de que la gente circula más despacio por las autovías,
especialmente en trayectos largos. Recuerdo que cuando obtuve mi permiso de conducir, hace 4 años, era una escena muy habitual en la autopista de Levante, la A-3, ser adelantado por coches de marcas alemanas a más de 150 Km/h y tener la sensación de que uno iba
parado.
Con la llegada del permiso por puntos y el aumento de la presión correctiva del Estado, los avistamientos de
planeadores eran cada vez menos habituales. Sin embargo, en las últimas semanas, el efecto se está acrecentando más,
pero ya no lo achaco a los radares de Tráfico. Muchos conductores están descubriendo que a velocidades inferiores y legales el consumo de combustible es menor, y para ello están recibiendo un
empujoncito de fe:
la crisis económica.
Hace no mucho tiempo, hablo de pocos años, se podía repostar un depósito de gasóleo a 88 céntimos/litro, con lo cual 40 litros salían a 35,2 euros. Hace nada, el litro de gasóleo llegó a 1,30 euros, con lo cual el mismo repostaje costaba 52 euros. Los propietarios de vehículos diesel, que son protagonistas indiscutibles en ventas desde hace un tiempo, han visto que sus costes han aumentado mucho,
¿solución? Tratar de consumir menos.
Los usuarios de gasolina, aunque no han sufrido un aumento de precios tan grande, también se están concienciando “a la fuerza” de las ventajas de circular a una velocidad más adecuada y reducir su gasto de combustible. Cabe recordar que el consumo de combustible, a partir de 110-130 Km/h no aumenta de forma proporcional a la velocidad,
se dispara, culpable la resistencia aerodinámica.
Con ese razonamiento puedo explicar que, circulando a velocidad de crucero de 110-120 Km/h adelante muchísimos más coches que antes. En mi último trayecto por la A-3 sólo puede contar 2-3 turismos con exceso de velocidad, y no hablo de mucha, a más de 150-160 Km/h dudo que fueran, y eran coches con más de 250 CV.
Nunca antes he adelantado a tantos BMW, Mercedes, Audi, Lexus… circulando a velocidad legal.
Esto me lleva a deducir que el conductor español no piensa tanto en su seguridad, en las emisiones contaminantes, en la menor vida útil de la mecánica, consumo de aceite, sonoridad, confort…
sino en su bolsillo. El aumento del precio de los combustibles es más efectivo para reducir la velocidad media que llenar las carreteras de radares. Al menos, esa es la conclusión a la que llego.
Es más fácil cumplir una norma de cualquier naturaleza si existe la convicción de por qué debe hacerse así. Los límites de velocidad no siempre son cómodos para todos,
pero tienen su razón de ser, más allá de
joder al ciudadano, con perdón de la expresión. Quien descubre que, viajando un poco más despacio, tarda casi lo mismo, se ahorra unos cuantos euros, va más cómodo y encima no tiene que preocuparse por las multas, lo tiene más fácil que nunca.
Ante el panorama que se nos avecina, no sólo por la crisis económica, también por el panorama energético con una escasez de combustible a medio plazo (
explicado a fondo en este artículo) la conducción eficiente es muy importante,
por no decir vital. Cada uno debe encontrar sus motivos para circular a velocidades más razonables, antes de que deba hacerlo
a la fuerza. Y si el motivo final es el impacto en el bolsillo, bueno, al menos es algo.
Cuando llegue la siguiente valoración gubernamental acerca de la velocidad media de los vehículos, ¿lo achacarán a la crisis o al carnet por puntos? Tengo mis serias dudas.
PASCU
RAFAGAS