Hemos tenido una
primavera lluviosa y el verano, que acaba de comenzar, se presenta
caluroso... o extremadamente caluroso según dicen algunas agencias de meteorología. Frente a esta situación, las administraciones locales ya han comenzado los trabajos de desbrozo en los arcenes de las carreteras, y es que el caldo de cultivo para los incendios forestales está servido: las malas hierbas han crecido con suma facilidad en las últimas semanas y se convertirán en pura gasolina con las altas temperaturas.
No creo que haga falta remarcar lo importante que es mantener nuestro entorno a salvo de posibles incendios. Además de la muerte de la vegetación, de la destrucción de viviendas y negocios y de la lenta recuperación de las zonas afectadas, está todo el arriesgadísimo trabajo que conlleva la extinción de los fuegos, así que evitar los incendios es un deber moral. ¿Y qué podemos hacer cada uno de nosotros como conductores? Bien, aunque parezca que los
incendios y la
circulación son temas independientes, en el fondo hay puntos de contacto entre ambos asuntos. ¿Hablamos de ellos?
Con la llegada del buen tiempo, y con los tiempos que corren, a más de uno le da por salir de la ciudad para
pasar un día en las afueras, en el campo, donde con una simple tortilla de patata y unos cuantos trozos de carne rebozada puede dejar atrás por unas horas la rutina, la crisis y, haciendo un esfuerzo de creatividad, hasta la falta de empleo.
Eso está bien, pero no son pocos los fuegos que se originan cerca de un apartadero después de que algún conductor se haya puesto a
limpiar el cenicero de su coche en plena naturaleza arrojando las colillas sobre el suelo seco; algo que, además de ser una guarrada con todas las letras se convierte en un peligro para el bosque en el momento en que una colilla mal apagada puede dar pie, con un poco de sol y un poco de viento, en un problema de dimensiones imprevisibles.
Otro clásico son las
botellas abandonadas en medio del campo después de una comida o de una celebración o de lo que sea. Cuando éramos pequeños, todos aprendimos que un cristal abandonado en un bosque podía convertirse en una lupa que hiciera de los rayos del sol todo un encendedor. Si eso lo sabemos, ¿qué nos impide guardar botellas y cristales dentro de una bolsa para luego tirarlos en un contenedor?
De igual manera, todavía hoy hay quienes piensan que
una simple hoguera hecha en mitad del bosque no tiene por qué revestir mayores problemas, y no es hasta que se declara un incendio que comprenden que
hacer fuego en el campo es peligroso, a no ser que lo hagamos en un lugar expresamente preparado para esa actividad, siempre que no haya viento y siempre que nos preocupemos de apagar completamente cualquier brasa o rescoldo antes de abandonar el lugar.
Pero como siempre habrá quien no tenga en cuenta estas recomendaciones básicas, hay que tener presente que
no es aconsejable adentrarse en el bosque cuando hay riesgo de incendio si no es que se dominan todos los caminos alternativos, y aún así lo mejor es caminar por aquellas zonas que presenten mejor visibilidad.
Además, si encontramos un fuego en nuestro camino o divisamos una columna de humo en el monte, lo mejor es que tomemos buena nota de
nuestra posición concreta para poder dársela rápidamente a los Bomberos, la Policía, la Guardia Civil o Protección Civil cuando llamemos al número de emergencias centralizadas para toda Europa, el
112.
Y si el foco del incendio está realmente cerca y nos vemos en la obligación de abandonar la zona cuanto antes, procuraremos alejarnos por alguno de los laterales del fuego,
siempre en dirección contraria hacia donde sopla el viento, vigilando especialmente sus cambios de dirección y buscando en todo momento las zonas menos pobladas de vegetación y más alejadas de los barrancos y las hondonadas.
Aunque, sinceramente, esperemos que no nos haga falta recordar estos consejos.
Circula seguro
PASCU
RAFAGAS