La lluvia y las retenciones y atascos eternos van de la mano en la mayoría de las grandes ciudades españolas, pero sobre todo en las grandes ciudades. Barcelona o Madrid se vuelven imposibles los días en los que caen cuatro gotas, y la explicación es bastante racional, y para nada un misterio. La lluvia no debería ser causa de los atascos más bestias del universo, pero en realidad cuando caen las primeras gotas el centro de las ciudades, las circunvalaciones y cualquier zona normalmente concurrida, se convierte en un caos.
A lo mejor no sabemos conducir con lluvia
Antes de que saltes a los comentarios para ponerme verde, aclaremos que ese “no sabemos” es generalista, injusto con los particulares, pero pretende mostrar cómo el tráfico como ente se vuelve caótico, torpe y poco acertado cuando la lluvia hace acto de presencia. Y en muchas ocasiones el atasco es una consecuencia directa de no saber conducir en lluvia; de pecar de exceso de confianza; de conducir más rápido de lo debido; de no respetar la distancia de seguridad; de colarnos porque tenemos prisa, que llegamos tarde…
Si no sabemos, en plural y general, conducir con lluvia, es porque hay quien todavía piensa que cuando llueve se va como cuando no llueve, que para eso tenemos neumáticos a prueba de todo, luces más penetrantes que nunca, muchos sistemas de seguridad activa, y además un control del volante impecable. Y no sabemos conducir con lluvia porque no pensamos, en plural y en general, que si por alguna razón lo anterior es cierto, tenemos que contar con la variable más temible: la vía.
Porque en España tenemos carreteras que no son capaces de evacuar lo suficiente, y también tenemos tramos descuidados, con baches, con restos, con gravilla, con tierra que se ha depositado por mil razones. Claro que esto pasará en muchos países, al menos lo de la tierra y la suciedad en el asfalto, pero hablamos de nosotros, y de España. Y pensamos que si el coche es top en tecnología, qué más da la vía… y pasa lo que pasa.
Y por si fuera poco, no sabemos frenar todo lo bien que sería deseable. Y pensamos que en lluvia frenaremos igual, y que además en un firme estropeado y mojado frenaremos igual. Y entonces se da una colisión por alcance, y el atasco que ya iba a ser grande se convierte en gigantesco.
Por si fuera poco, sabiendo todo lo que sucede cuando empieza a llover, no nos entregamos al transporte público, en parte porque no podemos y en parte porque no queremos. Puede ser que sea imposible erradicar los atascos, pero si llueve, piensa fuerte en cómo puedes evitar usar el coche, o hacerlo con mucha más cabeza.